Es porque acaba de morir que su escritura nace más? Versos que él escribió cubrieron siempre como una mancha de aceite la ciudad donde escribo. Imposible lavarla, ver su rastro era probable deslizamiento involuntario sobre la superficie de una contaminación.
En todos sus libros hay versos que en la búsqueda para este texto, he dejado de lado, aún cuando fundaron en mí modos de pensar y de escribir.
Y estos, del poema “Corajes”, en el libro Relaciones, escrito entre 1971 y 1973,
instalan, en una poética que podría definir como “de lo posible”, lo imposible entre los seres del mundo, cada uno en sí mismo destinado a sobrevivir más allá de sus fuerzas:
“es enorme la tristeza que un hombre y una mujer pueden hacerse/ entre sí/”
Recordé al copiarlos aquel verso de Marechal, citado en Verso a verso I:
“con el número dos nace la pena”
donde yo continuaba: “…si algo hay en mis bibliotecas y estantes de trabajo son libros marcados, y el camino de los libros marcados siempre lleva a Roma, es decir a amor, que es antiguo, duerme bajo capas de ceniza y nunca deja de estar rodeando los lugares donde fructificó.”
Pero también pensé en Gelman leyendo a Marechal, al recordar el título del libro de 1940, El amor navegante, donde está ese verso mítico, o Cuaderno de navegación, otro título, cuando en este poema escribe: “una ramita ha caído en el lago y navega”, o “como enorme es la navegación…”.
Qué importa si a sabiendas o no, los títulos de los libros se citan en los poemas de un autor a otro, y en estos versos elegidos una frase retoma a la otra.
Los versos elegidos son de un desarrollo narrativo que en la sentencia de Marechal estaba ausente…como si Gelman desplegara los términos explícitos y multiplicara sus consecuencias. Se trama y dibuja un acontecimiento donde sólo había una idea: el número dos se despliega en un hombre y una mujer, la pena, absoluta, se adjetiva como enorme, además, se convierte en un estado del alma que puede no tener motivo, y finalmente, se vuelve algo pasible de ser usado por alguien…
“es enorme la tristeza que un hombre y una mujer pueden hacerse /entre sí/
y ese “entre sí”, ese entresijo que es todo par, relaciones, como el título del propio libro, ese “entre sí” es el remate musical, el cierre de un concepto que estaba ya pleno de su eficacia.
Sin embargo, dice el poema, no es suficiente, y así como no puedo elegir ese sólo verso que escandido es en rigor dos versos, así el poeta no puede dejar de enlazar la caída que ha provocado en el lago, de “una ramita”, (un diminutivo para equilibrar tamaña tristeza), con la “enorme navegación”, destino definitivo.
Si casi todos los elementos de la escena se nombran enormes, ahora el poeta ha dejado caer una brizna de esa naturaleza no humana, y hace subir la marea del poema:
“una ramita ha caído en el lago y navega
es enorme la tristeza que un hombre y una mujer pueden hacerse
entre sí
como enorme es la navegación de la ramita en el lago
mojada de su propio coraje”
En esta perfecta estructura final, de cinco versos, simétrica y separada por la breve frase espejo, que afecta a los dos versos que la preceden y a los dos que le siguen, la repetición de los primeros versos del poema duplica y renueva un saber, recuerda esa tristeza de una enormidad ya inolvidable y nos vuelve sujetos de una vulnerabilidad tan absoluta como la de los versos de Marechal.
Pero sin embargo, “aún y todavía”, algo avanza en el texto, algo no cesa nunca, y esa línea de fuga está en el último verso, donde lo ínfimo, empujado por una fuerza que no es subjetiva, parece decir Gelman, aún se tiene a sí mismo. Es en esa comparación entre un sentimiento y un movimiento provocado por las corrientes profundas del agua, donde ese “coraje” es todo lo que hace falta, y se convierte en el arma del deseo: hágase su voluntad.
Liliana Lukin
Buenos Aires, EdM, abril 2014
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