El 7 de abril, en Los Galgos, el bar notable de Callao al 500, fue presentado el último trabajo del autor de El prejuicio del sexo (2014). Sebastián Hernaiz que en Rodolfo Walsh no escribió Operación Masacre y otros ensayos (2012) reunió una serie de artículos sobre literatura argentina, acaba de publicar, por la editorial 17grises de Bahía Blanca, Las citas; su primera novela.
Esa noche de jueves, Florencia Angilletta y Diego Erlán compartieron sus lecturas con el público que asistió a la presentación. Reproducimos en este número de Escritores del Mundo el texto leído por Angilletta.
Esa noche de jueves, Florencia Angilletta y Diego Erlán compartieron sus lecturas con el público que asistió a la presentación. Reproducimos en este número de Escritores del Mundo el texto leído por Angilletta.
Todo chat no se sabe si es político
Se ha dicho que Mauricio Macri es el primer presidente de Facebook. Esta afirmación es efectiva menos por el uso prodigioso que él o sus asesores de comunicación hayan hecho de la plataforma y más porque el estado de la imaginación publica es Facebook. Facebook es nuestro calendario de cumpleaños, nuestra memoria demoledora que recuerda fotos publicadas años atrás, nuestra agenda de eventos –por ejemplo, esta misma presentación, que cliqueamos que asistiríamos–, nuestro placer voyeur de sugerir como contactos a quienes apenas conocemos, nuestro intento constante de viralizar alguna pequeña proeza personal, nuestro diario a medida del grupo de amigos y conocidos. El amor me ha enseñado que Facebook es una arquitectura. Y en un recorte más específico, puede que las parejas de nuestra generación sean las primeras parejas de Facebook.
El crítico, docente y escritor Sebastián Hernaiz toma esta premisa, la retuerce en un incisivo estado de la cuestión, y formula un texto, editado por 17grises, que interroga qué pasa cuando alguien nos gusta y chateamos por Facebook. Esta acción, en apariencia simple, contiene en sí misma una posición sobre lo que pensamos como “democracia”, “ámbito público”, “mercado”, “sociedad del espectáculo”, “nuevas tecnologías”, o incluso “feminismo”. En el texto ninguno de los términos que acabo de enumerar aparecen explícitamente nombrados, pero circulan en él como un código cultural ya inscripto. Porque en Las citas no hay una “representación”, o mucho menos una etnografía, del uso de las TIC o de la emergencia de nuevos roles sexo-genéricos –por tomar sólo dos de sus tópicos más recurrentes–. Más bien, lo que busca Las citas es intervenir sobre este campo de fuerzas abierto, que está configurado en el propio texto.
El título del libro apela a un juego, al menos, doble. Por un lado, remite al conflicto que articula cada uno de los chats que el personaje de “Sebastián H.” mantiene con los personajes femeninos, construido en torno a la cita, como la combinación entre dos o más personas para el encuentro del inicio amoroso. Por otro lado, el título también inscribe el clásico dilema lingüístico de la cita en la relación entre arte y sociedad. En esta oscilación deliberada, el texto reimprime las fuerzas de varios debates de la Teoría Literaria: ¿La literatura cita al mundo? ¿El mundo cita a la literatura? ¿Las citas cita a los chats? ¿Las citas cita otros textos de Hernaiz, por ejemplo, los poemas “Separación”, “Whirlpool” y “Extrañamiento”? ¿Los chats se citan entre sí, como en el caso de la frase “abrumadoramente óptico”? Cuándo alguien nos gusta, ¿qué biblioteca se cita? Cuando se cree que no se está citando, ¿cuántos discursos sí se están citando?
Como el erizo del romántico Schlegel, cuanto Las citas más se contrae sobre sí misma, más dice sobre el mundo en que vivimos. Y por eso el texto pide ser leído en la apuesta filosa de su forma, porque la serie social está allí. Y esta búsqueda formal no se agota en un mero registro experiencial por fuera de ella. Hernaiz juega con lo dado: ¿cómo escribimos cuando escribimos en un chat de Facebook y cómo escribimos cuando no escribimos en un chat de Facebook pero estamos atravesados por esa lengua del presente? Y menos importa la verdad de la estadística: cuántos de nosotros tenemos una cuenta en Facebook, cuántos de nosotros chateamos en Facebook, cuántos de nosotros conocimos a amantes en Facebook, cuántos de nosotros creemos que sólo los solteros chatean en Facebook. Lo que cuenta es la verdad de la apuesta: el chat en Facebook no es una actividad residual, algo que hacen muchos o unos pocos, sino una experiencia en miniatura de los laboratorios de producción de sexo-afectividad del siglo XXI.
Sebastián Hernaiz es un cultor de los géneros. Ha publicado cuatro libros y los cuatro responden a géneros distintos. En principio, Rodolfo Walsh no escribió Operación masacre, un conjunto de ensayos sobre literatura argentina y peronismo. Después, El arte de la guerra en el póker, un tratado sobre el juego. Luego, El prejuicio del sexo, una compilación de poemas. Y por último este libro, Las citas, que cristaliza la pelea por los modos de la novela en 2016, en tanto funciona no como respuesta, sino como la emergencia de nuevas preguntas.
Hernaiz ha escrito mucho y, en especial, ha escrito sobre Walsh y sobre Borges. Las citas es también una cita a estos autores, y a las lecturas sobre estos autores. En particular, Las citas retoma la hipótesis de Hernaiz sobre Operación masacre actualizada en cómo Las citas construye su comunidad de lectores. Esa comunidad de lectores, que probablemente nos incluya, somos quienes terminamos de escribir el libro. Pienso, por ejemplo, cuando el personaje de “Sebastián H.” dice: “yo no sé nunca cuándo estoy trabajando, cuándo no. no sé si este chat es puro desperdicio o si aprender lo que es llorar a la carta no es la base de un texto futuro o del resto de mis cartas”. Las citas es también una operación, una política de la literatura, que resulta borgeana en sus efectos: politiza el trabajo con la lengua. De este modo, el libro no formula que “todo chat es político” pero sí interviene en un mundo en que esa proposición puede ser un supuesto, en que la intimidad está estallada por las instituciones.
El personaje de “Mariela L.” dice: “No le puedo decir a alguien, hola qué tal, vamos a ser novios?”. Y Las citas es eso, la mostración constante de las lábiles fronteras entre el cortejo y la seducción. El cortejo, porque en Las citas opera el modo de acercamiento dominante en una sociedad heteronormativa, e incluso es recurrente la circulación del término “caballero” en el libro. La seducción, porque en Las citas también funciona el modo de encuentro emergente en una sociedad de iguales. Esta tensión, por momentos latente y por otros exasperante, yuxtapone las expectativas, las negociaciones, los conflictos y los juegos antes que nada como formas. En Las citas está todo Facebook contraído. Ahí están nuestras relaciones, y nuestros discursos sobre esas relaciones, vivos, charlando. En cada chat de Facebook, en definitiva, se escribe una teoría del amor, y esa teoría también es una cita.
Florencia Angilletta
Buenos Aires, EdM, abril 2016
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