a palabra es costillal. La escribo en uno de los relatos de mi primer libro. La repito varias veces, en la historia. Hay en el interior de esa palabra el murmullo de asados, de reuniones y partidos de truco: es decir, noches de verano, interminables. Resuenan los ecos de una lengua erosionada, una lengua mal hablada, que dice, por ejemplo, las casa. Tengo presente, todo el tiempo, la memoria de esa lengua erosionada a la hora de escribir costillal. Por eso cuando me encuentro, en las pruebas de imprenta, con las anotaciones de la correctora, me enfrento a un dilema. La correctora tacha la palabra costillal y pone, claro, la palabra costillar. Leí varias veces el relato con la palabra correcta. Y cada vez que pasaba por ahí, me encontraba con una palabra muerta. Una zona desierta que no me representaba. Una lengua del centro, oficial. Pensé en esa correlación. En el uso o la custodia de la lengua. Las semejanzas entre los maestros y la figura del corrector. Finalmente decidí corregir a la correctora. Y volví a escribir, sobre la palabra correcta, esa que dejaba brotar el eco de una lengua erosionada, es decir, una lengua cargada de vitalidad.
Hernán Ronsino (Buenos Aires)
Otras entradas del autor en EdM: https://escritoresdelmundo.com/search/label/Ronsino
Sobre una novela del autor en EdM, por Guillermo Korn: https://escritoresdelmundo.com/2010/04/una-dicotomia-raida-por-guillermo-korn.html Imprimir
1 comentario:
Qué nota hermosa y cierta, Ronsino. Estoy tan de acuerdo con lo que señala, además de cómo lo hace.
Publicar un comentario