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Palabras: “Crisis”, por Dardo Scavino


n las página de esas publicaciones que deslizan de vez en cuando un artículo sobre los buenos palos de golf, o acerca de las boîtes de Ibiza, entre una aglomeración interminable de publicidades de relojes, lapiceras y perfumes, debidamente dorados y a precios exorbitantes, o en la contratapa, satinada, del folleto de un congreso sobre las mutaciones empresariales en la nueva economía, y hasta en esos libros de autoayuda que algún psicólogo –harto de limpiar la baba de sus pacientes en el tapizado del diván– cocinó mezclando a Confucio con Buda y una pizca de Tagore, cuidándose de confirmar las cuatro ideas que cualquier businessman precisa para desenfundar en una cena de negocios, ante un banquero del Líbano o un industrial de Singapur, que leyeron los mismos libros que él, y que consumen desde hace años las mismas revistas atiborradas de publicidades donde se venden relojes, lapiceras y perfumes, pero también, y sobre todo, un estilo de vestimenta y hasta de corte de pelo que la mayoría de esos hommes d’affaires de los cuatro continentes tratan, no sin esfuerzo, de imitar hasta la caricatura, ahí, entonces, puede leerse desde hace años, o décadas, y cada vez que una crisis financiera asola nuestras economías, el mismo artículo acerca del ideograma chino que significa “crisis”: weiji. Y lo que repite ese consabido artículo –porque quienes los escriben deben venir copiándolo desde que existen los Rolex y los bolígrafos Montblanc– es que ese ideograma está compuesto por dos caracteres: uno que significa “peligro” y el otro “oportunidad”.

    De modo que desde hace décadas estos articulistas, que van a escribir con otros seudónimos notas sobre las virtudes del sushi o sobre el turismo en Cancún, nos sugieren que la palabra que significa “crisis” en chino, weiji, no significa “crisis”. Es como si nos dijeran que la palabra que los birmanos emplean para traducir nuestro vocablo “desastre” significara “renovación” o como si nos aseguraran que los tailandeses prefieren decir “migraña” en vez de “melancolía”.
    Yo ignoro completamente el chino y, como consecuencia, si la palabra weiji significa crisis o no, pero si lo que dicen aquellos articulistas es cierto, entonces hay sencillamente un error de traducción. Que el masoquista diga “orgía” ahí donde cualquier militante político dice “apremios ilegales”, no significa que, en español, “orgía” sea sinónimo de “apremios ilegales”. Supongamos ahora que el masoquista fuese francés y dijese “orgie”, no podemos inferir de esto que la palabra francesa “orgie” significa “apremios ilegales”, ni aun cuando una buena porción de franceses llamaran de esa manera a ese tipo de incidentes. Que el navegante diga “río revuelto” ahí donde el pescador dice “ganancia”, no significa que este hable una lengua diferente del primero, y que el hombre de negocios diga “oportunidad” cuando otros enfrentan el “peligro” de perder sus trabajos y hasta los más elementales medios de subsistencia, no significa que la lengua china sea sabia, y las occidentales, necias. Hay, a lo sumo, en chino, una palabra, y su correspondiente ideograma, que algunos chinos emplean, se supone, para referirse a esos mismos acontecimientos que los occidentales llaman “crisis” (y no a cualquier crisis, se entiende, sino a las financieras, porque aquellos artículos nunca aluden a la mencionada voz china para hablar de “crisis alimentarias” o “crisis de asma”). Se trata de una cuestión de discursos diferentes y no de lenguas diferentes; se trata de una cuestión de referentes y no de significaciones. La lengua china –el cantonés, se supone– debe contar seguramente con otro vocablo susceptible de traducir con mayor justeza la voz de origen griego “crisis”, aun cuando ningún chino la utilice para referirse a los mismos acontecimientos que los pueblos occidentales denominan “crisis”.
     El hecho mismo de que estos artículos reaparezcan periódicamente nos sugiere que, hasta nueva orden, la palabra “crisis” va a seguir significando lo mismo por más que aquellos articulistas se empeñen en señalarnos que estas lenguas se equivocan y que “crisis” debería significar, si fuésemos más sabios, lo mismo que weiji en chino. A lo sumo, estos articulistas deberían proponernos que empleemos otro vocablo para referirnos a esos acontecimientos: “trance”, por ejemplo, que reúne también las significaciones de peligro y ocasión, o incluso “encrucijada”, que cuenta con una larga y prestigiosa tradición narrativa en nuestras literaturas. Y entonces sí podría decirse, a lo mejor, que el término weiji chino no significa “crisis” sino “trance” o “encrucijada”.

Dardo Scavino Bordeaux, EdM, mayo de 2012
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