Graduada por la Universidad de Moscú y por la Universidad Nacional de las Artes de Argentina, Nadia Koval es una periodista y crítica musical nacida en Rusia que vive en la Argentina desde hace varios años. Ha colaborado en distintos medios como el diario La Nación, las revistas Rusia Hoy y Quid y el sitio OperaNews.ru. Ha entrevistado a músicos como Maxim Vengerov, Lisa Batiashvili, Arkadi Volodos, José Serebrier, Lydia Chen-Argerich, Christine Walevska y Sol Gabetta, entre muchos otros. Este año publicó la biografía de Prokofiev que presentamos con esta entrevista.
Es un dato notable que Prokofiev muriera el mismo día que murió Stalin, ¿tuvo algún tipo de relación con él?
En realidad hasta ahora no se sabe con precisión la verdadera fecha de la muerte de Stalin. Cuando sucedió, el gobierno soviético no se apresuró en avisarle al pueblo el hecho de que había quedado sin su ídolo.
Por otro lado, los herederos del compositor advierten a los biógrafos que sería correcto escribir que Prokofiev falleció el 5 de marzo de 1953, el día cuando fue anunciada la muerte de Stalin.
Prokofiev nunca trató con Stalin personalmente. Pero como la mayoría de los artistas, sufrió de la crueldad y arbitrariedad de su política. Basta recordar la famosa Resolución del año 1948, cuando los compositores Shostakóvich, Khachaturian, Shebalín, Popov, Miaskovski y Prokofiev fueron acusados de formalismo y de que sus obras eran ajenas al pueblo soviético y sus gustos artísticos. Justamente estas y otras presiones del régimen político de Stalin, lo llevaron a su muerte prematura: Prokofiev tenía sólo 62 años cuando falleció.
¿Cómo fue que Matisse pintó un retrato de él?
Fue Sergei Diaghilev, manager y fundador de los Ballets Rusos, quien pidió a Henri Matisse hacer un retrato de Sergei Prokofiev para el programa de mano del ballet Chout que tenía que estrenarse en París en 1921. Diaghilev deseaba ser el primero en introducir al compositor al público parisiense. Quería lograr que su nueva producción fuese una creación brillante hasta los más mínimos detalles. Y así fue: el ballet tuvo un tremendo éxito con el público y con la prensa. Maurice Ravel, por ejemplo, declaró que la nueva obra de Prokofiev era “genial”.
En 1938, Sergei Eisenstein le ofreció a Prokofiev componer la música para Aleksander Nevski. ¿Cómo fue la relación entre ambos?
El encuentro entre Sergei Prokofiev y Sergei Eisenstein fue un acontecimiento muy importante para el cine de todos los tiempos. “Siendo desde hace mucho tiempo un gran admirador del talento de Sergei Eisenstein, con mucho gusto acepté su propuesta de trabajar juntos”, escribía Prokofiev en su diario. Me atrevo a afirmar que sin la música de Prokofiev, la película Aleksander Nevski tendría un valor artístico menor. La Cantata que el compositor compuso sobre los temas de la película, se convirtió en la obra más significativa de Prokofiev, junto con los ballets Romeo y Julieta y Cinderella, las óperas El Ángel de Fuego y Guerra y Paz, los Conciertos para piano Nº 1 y N° 3 y las Sinfonías Nº 1 “Clásica”, N° 5 y N° 7. Prokofiev y Eisenstein disfrutaban trabajar juntos, tenían un entendimiento completo entre sí. Además de Aleksander Nevski, trabajaron juntos para la película Iván el Terrible.
Formado musicalmente en Rusia, Prokofiev abandonó su país en 1918 por casi veinte años y vivió la mayor parte de ese tiempo en Francia ¿Qué clase de contactos mantuvo con otros compositores europeos? ¿Cómo influyeron éstos en su música?
Viviendo en el extranjero, Prokofiev conoció a varios destacados artistas: a los compositores Maurice Ravel, Karol Szymanowski, Paul Hindemith, Francis Poulenc; los directores de orquesta Wilhelm, Furtwängler, Pierre Monteux y Leopold Stokowski, el pianista Arthur Rubinstein, los violinistas Joseph Szigeti y Pawel Kochanski, el pintor Picasso, entre otros.
Prokofiev se interesaba mucho en lo que componían sus colegas. Además daba su franca y abierta opinión sobre sus obras. Aquí, por ejemplo, una de sus estimaciones: “Los españoles Granados y Albéniz son agradables, pero un poco vacíos y a veces ingenuos en su técnica. Debussy, en la introducción al “Fauno”, es encantador, sutil y poético, a pesar de las interminables repeticiones.” A pesar de los estrechos contactos con otros músicos, afirmar que la música de Prokofiev tuvo alguna influencia no sería lo correcto. Desde sus primeros pasos en la música, el compositor había creado su credo artístico de “detestar la imitación y los recursos trillados”. Por eso su música tiene “su propia cara” y no se la puede confundir con ninguna otra.
Eran muchos los artistas rusos que en esa época vivían fuera de Rusia. ¿Cómo eran sus relaciones con Stravinski y Rachmaninov en particular?
Sergei Rachmaninov, Igor Stravinski y Sergei Prokofiev, fueron los tres gigantes de la música rusa del siglo pasado. Dejaron Rusia en el período de la revolución bolchevique por razones políticas y por la incertidumbre que provocaba. Después se encontraron entre ellos en distintas circunstancias y en diferentes lugares en América y en Europa, desarrollando independientemente sus carreras. Prokofiev, siendo una persona bien educada, tenía un trato muy respetuoso con ambos colegas. Al tener casi la misma edad que Stravisnki (el autor de la Consagración de la Primavera era 8 años mayor), Prokofiev lo trataba con más soltura. Se conocieron trabajando para los Ballets Rusos de Sergei Diaghilev. A pesar de que una relación que al parecer era de amistad, el elemento de competencia no desaparecía nunca.
La relación con Rachmaninov era distinta, no solamente por la diferencia de edad. Cuando los dos compositores se encontraron por primera vez en los Estados Unidos, Rachmaninov ya era una figura famosa en el ambiente musical, por eso trataba a Prokofiev con cierta indulgencia. Prokofiev lo sentía pero nunca le demostró su enojo o algo por el estilo, porque tenía un alto nivel de autoestima.
Es la segunda vez que menciona a Diaghilev. ¿Cuál fue su rol en la difusión de la cultura rusa en Europa y el mundo?
Sergei Diaghilev fue una figura muy importante en la divulgación de la cultura rusa. Con una brillante mente comercial que iba por delante de su tiempo sabía que la cultura rusa era fantásticamente negociable. Y es que esa combinación de melancolía eslava, exotismo asiático y radicalismo era extremadamente novedosa para el mundo europeo.
En 1907, en la Ópera de Paris, Diaghilev organizó una serie de conciertos con obras de Glinka, Borodin, Mussorgski y Rimsky-Korsakov. Un año más tarde, en el mismo escenario, se representó la ópera Boris Godunov con Chaliapin en el papel principal. La creación más importante de su vida fueron los Ballets Rusos del periodo de 1909 -1929, con la participación de los bailarines Michel Fokin, Anna Pavlova, Vaskav Nijinski y Tamara Karsavina. Los trabajos de diseño de los espectáculos fueron realizados por famosos artistas como Benois, Bakst, Matisse y Picasso. Stravinski y Prokofiev eran los principales colaboradores musicales de Diaghilev. En 1913, la compañía de Diaghilev inició su gran gira sudamericana en Buenos Aires.
¿Cómo componía Prokofiev, cuál era su método? ¿Influía en ello su condición de ajedrecista consumado?
Prokofiev tenía una increíble capacidad de trabajar. Trabajaba mucho, metódicamente, todos los días. Según los recuerdos de su hijo mayor, Sviatoslav, “el metodismo de su trabajo se revelaba también en el hecho de que todos los pensamientos y melodías que llegaban a su mente durante el día eran plasmados en su anotador. En el momento en que recibía algún pedido musical, o él mismo quería componer algo nuevo, lo primero que hacía era ojear su anotador y siempre encontraba algo. Se acostumbró tanto a realizar estas anotaciones, que en los últimos años sufrió muchísimo cuando los médicos, por causa de su enfermedad, le prohibieron escribir”. Le gustaba también componer sin piano, sólo teniendo un lápiz y papel y luego probarlo en el instrumento. El ajedrez para Prokofiev era un “deporte intelectual” que le servía mucho para la composición musical. Posiblemente, éste era el entrenamiento para su creatividad a la que se sumaban, obviamente, los principios artísticos. El espíritu deportista, creado en el período de su juventud, se reflejó en el carácter del compositor.
Escrita en la Argentina por una crítica musical de origen ruso, editada en Rusia e impresa en Polonia… la producción de esta nueva biografía de Sergei Prokofiev ha recorrido caminos algo inesperados ¿Cómo surgió el proyecto de escribirla?
Trabajé varios años en la librería El Ateneo “Gran Splendid” en el sector de música clásica. En los momentos libres, bajaba del segundo piso a la planta baja para ver los libros sobre músicos, pero no encontraba biografías sobre compositores rusos. Ahí nació la idea de escribir una. Sabía que existían libros en español sobre Tchaikovski y Shostakovich por ejemplo, pero me costaba encontrar uno sobre Sergei Prokofiev.
El trabajo sobre el libro me llevó seis años y tengo que admitir que fue muy duro. No solamente por la búsqueda, recopilación y traducción de los materiales y los documentos relacionados, sino por la responsabilidad de presentarlos de la manera más correcta y objetiva. Otro desafío fue escribir el libro en español, idioma que empecé a estudiar recién en 1998, cuando mi familia y yo emigramos a la Argentina. Todas las correcciones lingüísticas en el libro fueron realizados por mis hijas, María y Ekaterina Kouznetsova.
Me comuniqué con Sergei Prokofiev Junior, el nieto del compositor, para pedirle permiso de reproducir algunos materiales. Él apoyó mi idea de escribir el libro, aunque no dejó de expresar su sorpresa por mi valentía de abarcar un tema tan complejo. Le aseguré que trataría de escribir con la mayor precisión y cuidado. Estoy convencida de que cuando uno hace las cosas con amor, el resultado final debe ser bueno.
Lamentablemente, ninguna de las editoriales en Argentina aceptó mi propuesta de editar el libro. Por eso edité el libro en “Rideró”, una editorial rusa.
En su libro hay datos desconocidos hasta ahora, como la entrevista que el crítico japonés Motoo Ohtaguro le hizo a Prokofiev en 1918, y numerosos testimonios nunca antes traducidos al castellano, como el de su hijo Sviatoslav o el de Mstislav Rostropóvich. Cuéntenos un poco cómo llevó adelante la investigación.
Sí, creo que estas entrevistas ofrecen una nueva e interesante información sobre la personalidad de Sergei Prokofiev. Me acuerdo que cuando encontré este material en las revistas “Three Oranges”, enseguida quise incluirlo en mi libro, sabiendo que a los lectores les iba a interesar mucho. La revista “Three Oranges” fue creada en 2001 y es editada por la Fundación Sergei Prokofiev. Esta fue fundada en Londres en 1983 por Lina Prokofiev, la primera esposa del compositor. Recomiendo leerla a todos a los que les interesa saber más sobre el compositor, su vida y su obra. De todos modos el soporte y fuente principal para mi libro lo he encontrado en los textos escritos por Sergei Prokofiev mismo: en su “Autobiografia” y en el “Diario, 1907-1933”, que es un completísimo (¡más de 1500 páginas!) e interesantísimo material que salió publicado por primera vez en París, en el año 2002.
Llama la atención que Prokofiev decidiera regresar a la URSS en 1936, justo cuando se estaba imponiendo en el país el realismo socialista y se estaban produciendo las purgas estalinistas. No era el mejor momento para pensar en libertades artísticas y creativas. ¿Por qué volvió? ¿Sabía sobre la situación de poetas y escritores como Mandelstam o Pilniak, o los problemas que Shostakóvich tuvo a partir del estreno de su ópera Lady Macbeth de Mtsensk?
Pienso que es difícil explicar con seguridad la razón principal por la cual el compositor tomó la decisión de volver a la Rusia Soviética. Existe, por ejemplo, la opinión de que los viejos colegas-músicos de Prokofiev le habían dicho muchas cosas interesantes de la vida cultural en la Unión Soviética, pero no le comentaron nada acerca de la alarmante situación política. Tal vez el arresto y la muerte de Meyerhold en 1940, un famoso director teatral con quien el compositor tenía varios proyectos artísticos, hicieron entender a Prokofiev lo que realmente estaba pasando en la Unión Soviética.
De todas formas, qué puede ser más claro sobre esto que las propias palabras de Prokofiev, expresadas al crítico Serge Moreux antes de volver a Rusia: “El aire extranjero no conviene para mi inspiración, porque soy ruso. Tengo que permanecer en mí mismo, en un clima psicológico especial que no es sólo mi carrera. Tengo que volver de nuevo a la atmósfera de mi tierra natal. Tengo que ver el invierno real otra vez y la primavera que estalla de un momento para el otro. Tengo que oír el eco del idioma ruso en mis oídos, tengo que hablar con las personas que son de mi propia carne y sangre, de modo que puedan darme de nuevo algo que está faltando aquí: sus canciones. Mis canciones. Aquí estoy agotado. Corro el riesgo de morir de academicismo...”
¿Cómo se llevaba Prokofiev con los altos funcionarios estatales del área cultural y con los principales referentes artísticos de la música soviética?
Desde el comienzo de su vida en la Unión Soviética, Prokofiev quiso incorporarse a la nueva vida cultural en Rusia. En el año 1936, comenzó el trabajo sobre la ópera Semion Kotkó, en los años 1937-38 compuso la Cantata por el 20 aniversario de la Revolución de Octubre y luego siguió trabajando sobre Zdravitsa, la Cantata comisionada al compositor por las autoridades del Partido Comunista para festejar los 60 años de Iósif Stalin. Pero su acercamiento a las nuevas formas y al nuevo lenguaje abarcaba sólo la esfera musical y nunca la esfera política. Se relacionaba con los funcionarios del área cultural exclusivamente en los casos administrativos con el fin de promover sus obras.
Con sus colegas trataba desde la posición de un compositor experimentado. Por ejemplo, sobre el tema de la lucha contra el formalismo, intentaba argumentar que no debería ser una lucha contra la perfección y el mejoramiento de la técnica en la composición, sino la lucha contra los que tienen una mentalidad perezosa o simplemente contra los incultos que imaginan el realismo socialista como el camino de componer sin ninguna filosofía inteligente.
¿Tuvo alguna relación Prokofiev con la Argentina, con sus músicos y compositores?
Cuando Sergei Prokofiev, luego de la revolución bolchevique, tomó la decisión de dejar la Rusia, pensó en los Estados Unidos. En la víspera de 1918, el compositor escribió en su diario: “¡Ir a Estados Unidos! ¡Seguro! Aquí — la decadencia, allí — la vida que se mantiene interminable, como una fuente, aquí — la matanza y el salvajismo, allí — la vida cultural, aquí — los miserables conciertos en Kislovodsk, allí — Nueva York, Chicago.”
Pero escuchando a sus amigos sobre que la actitud de los norteamericanos hacia los rusos no era demasiada amigable, Prokofiev cambió de opinión y decidió viajar a la Argentina. No tenía previamente ninguna relación con el país, pensaba en el apoyo de Andrei Diderix, manager y propietario de una fábrica de pianos en Rusia, quien tenía relaciones con toda América Latina.
Estudiaba español mientras viajaba a bordo del Transiberiano para aproximarse al continente americano. “Ya conozco bien 600 palabras”, anotaba en su diario.
No obstante, cuando llegó a Tokio, recibió la noticia de que el barco a América Latina ya había partido y que volvería dentro de algunos meses. Por eso Prokofiev volvió a pensar de nuevo en los Estados Unidos.
(Se pueden leer aquí algunos capítulos de Prokofiev, de Nadia Koval)
Alcides Rodríguez
Buenos Aires, EdM, enero 2017
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