“Y Albino vino con su discurso medieval” reza el título del artículo con el que el diario Página/12 informaba en su edición del 25 de julio sobre de los dichos del pediatra Abel Albino en el parlamento argentino, en el marco de la discusión en torno a la ley de la legalización del aborto. Según Albino la mujer que aborta “no está en su sano juicio” y los jóvenes deben ser educados “para el amor, no para el sexo animal”, pues el hombre se realiza cuando “el sexo es asumido por el amor”. Desde su punto de vista el único método anticonceptivo aceptable es la abstinencia sexual; por ello ataca el uso de profilácticos recurriendo a un argumento falaz y sumamente peligroso: la mujer, dice Albino, “tiene que entender que el profiláctico no la protege de nada (porque) el virus del sida atraviesa la porcelana”.
Detengámonos en el adjetivo “medieval” que Página/12 utiliza para calificar las palabras de Albino. Es muy común caracterizar a la Edad Media como una “edad oscura” dominaba por el fanatismo religioso, la ignorancia y la superstición. Una época de terribles inquisidores y predicadores fanáticos que recorrían las comarcas quemando herejes para defender la autoridad dogmática de la Iglesia. Fueron los intelectuales del Renacimiento los que inventaron el nombre para caracterizar una época que se había colocado entre ellos y los antiguos interrumpiendo la continuidad del buen desarrollo del saber grecorromano. Para ellos la Iglesia y la escolástica medieval era responsable de oscurecer la herencia antigua con interpretaciones descabelladas, elaboradas a partir de espantosas traducciones de sus textos. La misión autoimpuesta de los hombres del Renacimiento era rescatar las mejores versiones de los textos clásicos para interpretarlos de manera "correcta", restableciendo así una continuidad que nunca debió haber sido interrumpida. El siglo XIX se encargó de fortalecer esta concepción negativa de la Edad Media. En un contexto de formación de Estados nacionales laicos la idea de Edad Media como “edad oscura” ganó mucha fuerza: era el contrapunto ideal para que el alumno de la escuela moderna comprendiera la importancia de proceder a la separación entre Iglesia y Estado.
La primera universidad de la historia apareció en Bolonia en 1088. Con el correr de los años se fundaron muchas universidades, como Oxford en 1096, Cambrigde en 1209, Salamanca en 1218, Padua en 1222 y París en 1275. En principio las universidades aseguraban a sus profesores una sorprendente independencia: podían elegir sus propios programas y otorgar títulos académicos a sus alumnos. Claro que el poder externo siempre trataba de acotar (o atacar) esta autonomía. La universidad medieval fue el espacio en donde se desarrollaron novedosas formas de conocimiento y discusión filosófica: religión, filosofía natural, filosofía política, artes… La difusión del aristotelismo en sus claustros a partir del siglo XIII sentó las bases para el posterior desarrollo del racionalismo moderno. Para llevar a cabo esta labor intelectual se hizo necesario tener herramientas adecuadas. En este sentido la Edad Media hizo un uso exhaustivo del códice: era mucho más cómodo que el rollo para consultar un texto y era bastante más resistente a los traslados. Suena un poco extraño constatar que, además de perseguir y quemar herejes, la “edad oscura” se encargara de inventar la universidad y difundir el formato del libro moderno. El desconocimiento de estos aspectos de la Edad Media se mantuvo durante siglos, y llega hasta el presente. Cuando el ministro de ciencias argentino Lino Barañao dijo en una entrevista de 2017 que el Estado debería dejar de financiar los estudios sobre la Edad Media porque sólo servía para el goce hedónico de sus cultores, el medievalista Carlos Astarita tuvo que salir al cruce para señalar la importancia que estos estudios tienen para el país ya que, en sus palabras, casi “todas las determinaciones cardinales de nuestro mundo derivan de la Edad Media”.
¿Que planteaba la Edad Media en relación a las prácticas sexuales? Si seguimos la perspectiva del catolicismo medieval nos vamos a encontrar con concepciones similares a las de Albino, con la diferencia de que los eclesiásticos de la época estaban más preocupados por la masturbación y la homosexualidad que por el aborto. Si consultamos documentación producida fuera del ámbito de la Iglesia nos encontramos con escenarios diferentes: era frecuente la utilización de plantas abortivas y se sabe de la existencia de profilácticos confeccionados con vejigas e intestinos de animales. Según parece, eran utilizados más para evitar la transmisión de enfermedades que para evitar los embarazos. Todo parece indicar que el medieval doctor Albino habría tenido que trabajar mucho para convencer a la gente de la Edad Media que dejara de usar profilácticos.
Alcides Rodríguez,
Buenos Aires, EdM, agosto 2018
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