APUNTES

Noticias (porteñas) de la antigüedad ideológica: R. Pittaluga y A. Kluge, por Pablo Luzuriaga


Entre 1997 y 1998, en los números 6/7 y 8 de El Rodaballo, fueron publicados los primeros trabajos de Pittaluga sobre la historiografía del Partido Comunista Argentino. En coautoría con Cernadas y Tarcus, se preguntaba por la historia de la izquierda en la Argentina y la situación de esos estudios; en el marco de una preocupación más general que llevaban adelante en el recién inaugurado Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina (CeDInCi). Poco después, en trabajos publicados en esa misma revista y en otras, Pittaluga correría el eje de análisis hacia la recepción de la revolución rusa en el anarquismo argentino, para luego, y a lo largo de más de una década, ampliar el registro de esta pregunta hacia la izquierda en general: ¿cómo fue interpretada la revolución rusa en nuestro país? Soviets en Buenos Aires. La izquierda de la argentina ante la revolución en Rusia es el resultado de esta gigantesca investigación que, tras ser defendida como tesis doctoral en la Universidad de Buenos Aires, tomó forma de libro y fue publicada el mes pasado por la editorial Prometeo. Como el film de Kluge, Noticias de la antigüedad ideológica (2008), el libro de Pittaluga excava proyectos inconclusos de la cultura de izquierda y los pone sobre la mesa asignándoles la más reciente actualidad.

Alexandre Kluge realizó un documental de nueve horas y media acerca de un proyecto que el director ruso S.Eisenstein dejó en forma de apuntes: realizar la versión cinematográfica de El Capital. El film, considerado por muchos como "El Capital de Kluge", reflexiona sobre el proyecto del director de Octubre, y lo toma como punto de partida para su propio desarrollo: ¿cómo filmar un ensayo? Si el montaje puede narrar, ¿también podría articular una idea?, ¿un argumento? Pittaluga también se pregunta por las capacidades del montaje y el modo de narrar la historia. Las más de 500 voces de nuestra antigüedad ideológica que trae del pasado cuentan un relato que no es lineal. 185 fuentes primarias, entre las que 46 son publicaciones periódicas, con epicentro en el período 1917 y 1925, le dan cuerpo a las citas de Soviets en Buenos Aires. Un amplio arco que abarca a toda la izquierda de nuestro país ante la revolución.

Noticias de la antigüedad ideológica reflexiona sobre la relación que Eisenstein propone entre imagen y pensamiento. El cine como proyección del sistema dialéctico de las cosas en el cerebro. "Según Marx y Engels el sistema dialéctico no es más que la reproducción consciente del curso dialéctico (sustancia) de los eventos externos del mundo." (Ruzamovski, citado por Eisenstein en "Una aproximación dialéctica del cine", 1929). Una de las líneas que elige Kluge para responder a esta pregunta es la que desarrolla en el film a través de las figuras de Peter Sloterdijk y Dietmar Dath. Según el filósofo alemán, al marxismo hay que pensarlo bajo cuatro nombres: Marx, Engels, Lenin y Ovidio, por Las metamorfosis. También apelando a fuentes clásicas de Marx (Epicuro, Demócrito), el novelista Dietmar Dath describe esta lógica de la transformación con una imagen. Las obras completas de Marx y Engels están clavadas a una mesa y sobre el clavo giran hacia cualquier lado de forma permanente y centrífuga; el marxismo-leninismo fue un segundo libro que, puesto a su lado, detuvo el movimiento. Cuando el clavo se zafó, las obras completas de Marx y Engels volvieron a girar. La dialéctica como instancia indefinida entre el pensamiento y el mundo, como si todo fuera parte de una misma cosa que el marxismo describe y explica con analogías entre la retórica y la forma "exterior".

En el índice onomástico a dos columnas de Soviets en Buenos Aires, estos son algunos nombres cuyas apariciones ocupan más de una línea: Antonio de Tomaso, Enrique del Valle Iberlucea, Elías Castelnuovo, John Reed, Víctor Serge, Trotsky, Engels, Marx, Gogol, Juan B. Justo, Palacios, Enrique Dickmann, Mario Bravo, el sindicalista Bartolomé Senra Pacheco, Joaquín Coca, José Penelón (el dirigente gráfico que aparece en 23 páginas), Luis María López, Abraham Resnik, José Vidal Mata. Las últimas eran voces en un archivo, junto con la de otros entre los más de quinientos nombres que tienen dos o tres apariciones en el libro, y que nadie, como en una enorme asamblea, había vuelto a reunir, por fuera de su tiempo, jamás.

El film de Kluge y Soviets en Buenos Aires comparten como premisa cognoscitiva la continuidad (metamorfosis o dialéctica) entre el pensamiento y el mundo, que ambos proyectos adscriben a la tradición del ensayo. En el caso del cineasta en una tradición que él mismo propone en el film con Eisenstein y Benjamin, en el caso del historiador argentino, en una que, además, incluye a Grüner y a Schmucler, a Scavino,  Agosti y  Aricó. Porque el libro de Pittaluga interroga a todo lo dicho sobre y desde la izquierda en Argentina. La película y el libro ponen a funcionar conceptos clave del marxismo para contrastar con la versión actual del neoliberalismo. El film de Kluge, que se pregunta por El Capital, fue estrenado muy cerca de la crisis financiera de 2008; el libro de Pittaluga, que lo hace sobre la revolución, se publicó a pocos días de la llegada al país del presidente norteamericano, un 24 de marzo.

Soviets en Buenos Aires, que se publica en una colección de historia y cuyas páginas, todas ellas, pertenecen indiscutiblemente al género, es también un libro de teoría política. "Reforma o revolución, Internacional Sindical Roja o Federación Sindical Internacional, Lenin o Bakunin, Lenin o Kerensky, Segunda o Tercera Internacional, parlamentarismo o acción directa, sindicatos o partidos, programa máximo o programa mínimo eran (dice Pittaluga) formas del debate con una tradición a esas alturas más que importante"; eran el sentido común de la discusión política en torno a la revolución; Soviets en Buenos Aires, detrás de estas, y en los textos de la izquierda argentina, observa otras tensiones y contradicciones. En base a ellas, interroga al soviet como forma política de la revolución, como instancia de radical desbarajuste de la subjetividad en relación al tiempo, al espacio, a los sujetos, al régimen y a la sociedad y la cultura. Reúne cientos de voces de la izquierda que en forma astillada responden al ¡ahora! de la revolución. El libro presenta los testimonios sin jerarquías ni divisiones partidarias preestablecidas, indaga acerca del impacto en respuestas de sindicalistas de base y dirigentes, rastreando sus puntos de vista acerca de esos conceptos que son los que organizan el índice del libro.

Pittaluga hace con la historia lo que Kluge propone con el cine: las citas de la izquierda argentina ante la revolución componen conceptos (imágenes/montaje/idea) frente a la narración continua del historicismo progresista (imágenes/montaje/narración). Aquello que propone al observar las tensiones que están "por detrás" (las teóricas: sobre el espacio, el tiempo, los sujetos, etc.) lo continúa en la elección del objeto: "revolución rusa". En los términos de la figura que propone Dietmar Dath, en el film de Kluge, es como si desde Soviets en Buenos Aires pudiéramos mirar el hueco que dejó el clavo que apuntalaba al segundo libro, al del marxismo-leninismo, desde el punto de vista de quienes observamos una vez que ese clavo se zafó. Pittaluga propone a su vez una fórmula para definir esta relación con el tiempo: la de los "conatos emancipatorios", instancias revolucionarias iniciadas que no llegan a término y que tienen distintas duraciones: 3 días de junio en 1848, dos meses a partir de marzo de 1871, muy pocos años a partir de 1917. ¿Intentos fallidos de dar con el clavo, y de forma definitiva, en medio de las obras completas? Esta estrategia, la de apuntar a la revolución rusa como problema de la teoría marxista, destierra cualquier lógica de cabotaje, del tipo de las de las orillas y las periferias, la revolución fue un evento internacional e internacionalista. Soviets en Buenos Aires reflexiona sobre la revolución desde el punto de vista de las subjetividades y de la izquierda muy al sur del continente americano, es una observación situada.

El proyecto de Kluge es comparable al de Pittaluga en el sentido de que ambos vuelven sobre fundamentos clave de la tradición cultural de las izquierdas: El Capital y la revolución en Rusia. El film pone el foco en el ensayo de Marx y Engels, por eso se concentra en la elaboración cinematográfica de conceptos como fetichismo, mercancía, dinero y alienación. Noticias sobre la antigüedad ideológica va ensayando maneras de decir estos problemas, en muchos momentos recurre a otras obras que incrusta entre sus materiales. Tal es el caso del corto de Tom Tykwer, El hombre en la cosa. En la pantalla aparece el azul del cielo, no vemos más que color, hasta que la cámara desciende sobre la fachada de un edificio y se detiene en un plano general. Vemos la entrada, la vereda completa y algo de la calle, pasa una mujer corriendo hasta que la imagen se detiene. Luego, la cámara se acerca en flow motion y va tomando planos detalle de distintos objetos: la pollera de la mujer, sus botas, la cartera, el portero eléctrico del edificio, las placas y carteles, la reja metálica de la alcantarilla, las baldosas, los adoquines. Mientras tanto, una voz en off nos cuenta la historia humana detrás de cada objeto, hasta que las voces y las cosas se van superponiendo, cargando de historia (polifónica) a la imagen. La voz se ausenta, la mujer termina de pasar por el plano y la cámara sube otra vez hasta el cielo, donde se funde un mensaje: "A primera vista una mercancía parece una cosa evidente, trivial. De su análisis resulta que es una cosa complicada, llena de sutilezas metafísicas y mañas teológicas".


Una pregunta recurrente de Kluge refiere al carácter poético de El Capital. "¿Es ciencia, es una obra de arte, es un volumen narrativo? Uno de los entrevistados recuerda el prólogo de Karl Korsch donde toma una cita del propio Marx afirmando el carácter estético, artificial, de su obra. En diálogo telefónico con el poeta Durs Grünbein, repasa la versión poética que Brecht compuso de El manifiesto comunista y a Hans Magnus Enzensberger le pregunta si acaso es posible poetizar el viernes negro de 1929. En una entrevista ficcional con una joven, Kluge pregunta: "¿No es injusto de su parte degradar a este materialista científico tildándolo de poeta?", frente a lo cual ella responde: "¿Degradar? Una metáfora poética es la forma más elevada del entendimiento" y lee un el fragmento de los Grundrisse sobre los campesinos y las ovejas.

Noticias sobre la antigüedad ideológica y Soviets en Buenos Aires, en conjunto, componen esa original unidad de dos modalidades spinozianas propia del marxismo que describe Fredric Jameson (en "Lenin como pensador político", Valencias de la dialéctica). La peculiaridad de este sistema de pensamiento reside, según el crítico y teórico literario norteamericano, en que, por un lado, la modalidad de las economías capitalistas tiene su vocabulario y organización y, por otro, la modalidad de la clase social y la lucha de clases tiene el suyo propio. En vez de estar ambas interrelacionadas al interior de un metalenguaje, exigen permanentes traducciones, transcodificaciones, de un lenguaje a otro. El código dominante en Lenin es el de la clase y la lucha de clases y menos el de la economía que es el que domina en El Capital. Siguiendo esta lectura, diríamos que el film de Kluge pertenece a la modalidad de la economía y el libro de Pittaluga a la de la lucha de clases; la película rodea el problema acerca de cómo explicar el capital. El libro se pregunta por los alcances de la revolución, en tanto subjetividad que desbarata el reparto de lo sensible: sujetos, tiempo, espacio, régimen político, sociedad y cultura atravesados por esa fuerza de emancipación radical.

La inscripción del libro de Pittaluga como corolario de un trabajo iniciado a fines de la década del noventa y publicado el mes pasado, el hecho de que alguna de las preguntas que lo impulsaron hayan sido formuladas entre 1997 y 2000, nos permite ligar su aparición a una actitud frente al actual, y renovado, ethos neoliberal. Lo mismo podemos decir del film de Kluge, estrenado poco después de la explosión de la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos. Ambos aportes (de largo aliento) a la teoría marxista se inscriben en una época signada por el despertar catastrófico de un mundo soñado donde los movimientos y la cultura de masas se habían visto como el proyecto de un mundo mejor y más justo. El retorno a Eisenstein interroga al cine como producto cultural de masas, el regreso a las ilusiones de la cultura de izquierda en la argentina ante la revolución, nos permite volver a visitar, con otros ojos, el período de modernización cultural de nuestro país y las largas tradiciones del sindicalismo y las izquierdas. Esta nueva etapa aparece en forma explícita en el trabajo de Pittaluga, y podríamos inferirla en el film de Kluge, un período que se define muy bien en el título y el libro de Susan Buck-Morss: Mundo soñado y catástrofe. La desaparición de la utopía de masas en el Este y el Oeste. El libro Soviets en Buenos Aires (título inmejorable para que alguna directora o director argentino lo transforme en película) y el film son de los dos más claros, y oportunos, espectros de Marx con los que contamos en la actualidad.

Pablo Luzuriaga
Buenos Aires, EdM, marzo 2016
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