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 octubre/18

Escriben este mes: / Angilletta // Bogado /
Fernández Moujan // Flachsland // Korn /
Luzuriaga // A. Rodríguez // Ruiz /
/ Saab // Scavino // Vitagliano 
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PIES DE IMAGEN

Dos días en la vida. Fotos sobre el Encuentro Nacional de Mujeres, por Florencia Angilletta


Foto: www.manifiesta.com.ar
Entre los muchos motivos por los cuales las marchas de los Encuentros Nacionales de Mujeres (ENM) son tan fascinantes hay uno que impacta más. Es el geográfico. ¿Qué es marchar? ¿Para quiénes marchamos? ¿Cómo solemos marchar? La mayoría de las marchas a las que hemos asistido ocurren en el centro de las ciudades, por sus avenidas, alguna plaza principal, y sobre todo rodeando las dependencias públicas. El recorrido afectivo de la marcha del ENM no se juega tanto en el peso de los lugares emblemáticos a los que se dirige –como sucede en las típicas manifestaciones porteñas a Plaza de Mayo o al Congreso nacional– sino en la caminata por un lugar. Caminar de verdad. Marchar por Trelew fue marchar por una Patagonia profunda, un poco dulce y un poco desolada, sus barrios de casas bajas, el ladrido de los perros, la hora del regreso. Tierra atravesada por las heridas de la conquista, punta de lanza de nuestros feminismos latinoamericanos. ¿Qué fue estar ahí, realmente estar, más allá de corear “plurinacional”? Algo de una eclosión, cuando cae el sol, que surca una calma. O un modo. Muchas trelewenses miraban la marcha desde sus ventanas, algunas subían a la terraza, otras hasta abrían la puerta y salían a la vereda.
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MAPAS COMPARTIDOS

Palabras: Shibboleth, por Dardo Scavino


EdM no ha dejado de celebrar y brindar desde el momento en que se enteró de que Dardo Scavino ha obtenido el Premio Anagrama por su ensayo El sueño de los mártires. Meditaciones sobre una guerra actual. ¿Podríamos privarnos de compartir esta alegría?

l 17 de enero de 2014 una célula de Al-Qaeda Irak, la organización que a partir de junio de ese año pasaría a llamarse Estado Islámico de Irak y Sham, interceptó en las afueras de Bagdad una caravana del ejército iraquí y obligó a todos los soldados a apearse para ponerse a rezar. No pretendían hacerles cumplir a la fuerza uno de los cinco deberes medulares del islam sino identificar, por su manera de proceder, a los militares chiitas. Conscientes de la amenaza, estos trataban de imitar los gestos de sus colegas sunitas revelando, con sus torpezas, su filiación confesional, desaciertos que se traducían en una ejecución inmediata. Tretas como estas ya habían sido empleadas en otras oportunidades. Así, los ustachis croatas, aliados de los nazis y responsables de la matanza de centenas de miles de serbios, judíos y gitanos durante la Segunda Guerra, obligaban a los habitantes de los pueblos a santiguarse y observaban si las personas cruzaban la mano de izquierda a derecha, a la manera católica, o de derecha a izquierda, según el uso ortodoxo, diferencia que podía costarle la vida a un serbio. Unos años antes, las tropas del dictador Rafael Trujillo habían recurrido a una ardid muy parecido para identificar a los inmigrantes haitianos en República Dominicana: los militares obligaban a los campesinos afroamericanos a pronunciar la palabra “perejil”, fonéticamente indócil para un hablante del francés, y ejecutaban o expulsaban a las personas que reprobaban el examen. Todos estos episodios recuerdan el célebre ejemplo del vocablo shibboleth que el galaadita Jefté les exigía proferir, según el Libro de los Jueces, a quienes atravesaban el Jordán. Y lo hacía para identificar, por la manera de pronunciarlo, a sus enemigos efraimitas y degollarlos en el acto. Todas estas atrocidades funcionan como una especie de versión amplificada de cualquier fenómeno corriente de exclusión social.
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ESCRITORES EN SITUACIÓN

Máquinas y escritores: Los casos de Piglia, por Miguel Vitagliano


Un ojo sobre la pantalla buscando letras y palabras. Así conversaba Ricardo Piglia (1941-2017) con los amigos que lo visitaron en el último año de su vida, y así también corrigió Los casos del comisario Croce (2018). En la nota final del volumen explicaba: “Compuse este libro usando el Tobii, un hardware que permite escribir con la mirada. En realidad parece una máquina telépata”. Piglia no se conformaba con la descripción de un estado de urgencia, quería convertir la situación en un problema de escritura: “Mis otros libros los escribí a mano o a máquina (con una Olivetti Lettera 22 que aún conservo). A partir de 1990 usé una computadora Macintosh. Siempre me interesó saber si los instrumentos técnicos dejaban su marca en la literatura. ¿Qué cambia y cómo? Dejo abierta la cuestión.”
       La última vez que se presentó ante el público fue en el otoño del 2014 en la Biblioteca Nacional. Los primeros síntomas eran ostensibles: un brazo paralizado. Comentó al pasar que se trataba de un virus; uno de esos virus extraños, dijo con desdén. Los virus y las máquinas ya estaban en sus narraciones, la diferencia ahora era que el escritor empezaba a ser su propio –y ajeno- borrador, su working progress. Como la mujer que cuenta historias encerrada en una máquina en La ciudad ausente (1992). Las visitas de sus amigos al tiempo se volvieron complejas situaciones de lectura. Para más, Piglia se había mandado hacer una suerte de túnica para no lidiar con cierres y botones. La vestimenta debió teñir de un halo algo exotérico a esos encuentros. Los amigos hablaban y Piglia oía como si leyera lo que callaban hasta que, de golpe, se imponía el lento proceso en que los ojos buscaban hablar y en la pantalla se formaban las palabras. ¿Cómo está X? ¿Qué pasó con Y? ¿Pudiste encontrar a W? En esas ocasiones se concretaba lo que afuera se consumía en buenos principios, allí realmente importaba lograr la pregunta justa. Stephen Hawking, que padeció también una enfermedad neurodegenerativa, se había inclinado por el camino inverso. Al conceder una entrevista pedía que le enviaran las preguntas con semanas de antelación, entonces el ojo emprendía con tiempo la paciente búsqueda de las palabras en la pantalla y otro programa las leía imitando una voz que se grababa y se emitía el día fijado simulando una conversación espontánea. Hawking fingía una naturalidad imposible, Piglia buscaba en cambio una respiración artificial para abordar lo que se imponía como naturalidad imposible.
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POEMAS

Preliminares para el estudio de la poesía, por Facundo Ruiz


El pensamiento poético,
antes o después del accidente del poema,
o a través del mismo,
procura constituirse como sistema axiomático:
enmarcando lo inmarcable

Édouard Glissant

El estudio de la poesía contempla un conjunto de piezas (más o menos verbales), algunas nociones (más o menos comunes) acerca de dicho conjunto y ciertas operaciones (más o menos técnicas) que ya articulan ya explican individualmente una pieza, su relación de conjunto, el vínculo entre piezas y nociones. Si bien cada aspecto (piezas, nociones, operaciones) puede considerarse por separado, teórica y prácticamente, pues el estudio de la poesía supone su distinción conceptual y disciplinar, la poesía como objeto de estudio implica, epistemológicamente, advertir esas posibilidades como dimensiones constitutivas: una dimensión inmediata que se encuentra expresada en el signo (piezas) y una dimensión dinámica que existe fuera del signo (nociones) pero que –de algún modo (operaciones)– determina al signo en su expresión y lo implica para su propia manifestación objetiva.
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APUNTES

Nostalgia del estructuralismo: sobre una exclusión del lenguaje inclusivo, por Andrés Saab


Tapa histórica de la revista Barcelona
del 18 de noviembre de 2028
Desde hace algún tiempo se ha convenido en hablar del fin de las ideologías; esto se resume en la tesis: las infraestructuras no se tocan. Hacerlo es inútil, y si acaso no fuera inútil, sería peligroso. En cambio, se deben tocar las superestructuras y tocarlas tanto más resueltamente cuanto más definitivamente se haya renunciado a tocar las infraestructuras. Cambiar los nombres y los verbos es, por lo tanto, una cuestión sociopolítica esencial. Demasiado seria para ser confiada a los que saben, o simplemente a los que aman la lengua, debe ser asumida por la sociedad entera.
Jean-Claude Milner, El periplo estructural


Lo sígnico y lo simbólico

El Curso de Lingüística General (CLG, de aquí en más) puede considerarse como uno de los acontecimientos más relevantes de las ciencias humanas del siglo XX. Los ecos de su influencia, aunque quizás ya un poco lejanos para algunos, se dejan todavía sentir no solo en los ámbitos académicos, donde el eco estructural muchas veces se presenta como inefable, con una intención más peyorativa que indescifrable, sino también en el sentir de nuestras actividades cotidianas y, en especial, las más profundamente políticas. En este ámbito también el pensamiento estructural incomoda, lo que produce en muchos de los casos el desprecio estigmatizante típico de cierta suerte de esnobismo. Estas palabras van dedicadas a ese esnobismo con el propósito de poner en evidencia lo que toda nostalgia nombra: una ausencia. Aquí, la nostalgia es la de un debate acerca de la posibilidad de construir un marco verdaderamente explicativo de ciertos hechos humanos: los semiológicos.
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MAPAS COMPARTIDOS

Las pibas de ATE, por Cecilia Flachsland




“Llegó la banda de Germán (sindical)/ somos ATE Capital / Vamos a hacer un sindicato nacional (feminista) y popular / porque somos laburantas no vamos a permitir que nos sigan despidiendo, vamos a parar el país / yo soy así, soy compañera, yo movilizo, toco el bombo y hago huelga / yo soy así, voy militando, en el estado le doy guerra al patriarcado”.
(Se canta con la música del tema “Cosas mías” de Miguel Abuelo)

l 8 de agosto pasado, cuando la calle se vistió de verde para pedir que el senado legalice el aborto, Las Pibas de ATE cautivaron una vez más con su toque informal y desobediente que va del mantra sororo a las ganas de romper todo. “Estas chicas me encantan, deberían estar al frente de la CGT y tirar a todos los machos por la borda”, comentó, mientras las escuchaba, una destacada académica de la Facultad de Ciencias Sociales. Nada más errado: lo de las Pibas de Ate está lejos de un feminismo blanqueado que anhela el grado cero de la historia. Lo de ellas no pasa por guetificar el género sino más bien por inscribirlo en una tradición sindical que se hace cargo de sus logros y de sus deudas pendientes. Son cincuenta mujeres de diferentes edades pero antes que eso son cincuenta trabajadoras estatales que se identifican con ATE Capital, la seccional Verde y Blanca que encabeza el dirigente combativo Daniel Catalano que pelea contra el macrismo a la par que anhela una CGT unificada.
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ESCRITORES EN SITUACIÓN

John William Cooke, lector del Martín Fierro, por Guillermo Korn


El 19 de septiembre se cumplieron 50 años de la muerte de John William Cooke. La Universidad Nacional de General Sarmiento organizó una jornada de reflexión en torno al pensamiento de este pensador y político. Un fragmento de este texto, reescrito para Escritores del Mundo,  fue uno de los que circuló ese día.

1934. El pibe mayor de los Cooke –Johncito– pasó en los años de secundaria por las aulas del Colegio Nacional. El Colegio Rafael Hernández, desde 1905 incorporado a la Universidad Nacional de La Plata, es otra versión de aquel al que Cané le dio un aire literario y el paso de los años un prestigio elitista. La versión platense del Colegio guarda en la manga un singular naipe a su favor que esgrime al ser comparado con el porteño: su acreditación como reformista. 1934 será recordado por un hecho de masas inédito hasta entonces, el Congreso Eucarístico; dentro del radicalismo como un tiempo de debates entre las corrientes abstencionistas y concurrencistas; y en el ámbito de aquella casa de estudios, como el pasaje entre dos rectorados: el que terminaba José Serra Renón y el que comenzaba Alfredo Calcagno. Es probable que 1934, para el nombre que hoy nos convoca, sea el año en el cuál deba consignarse la aparición –fortuito hallazgo– del primer escrito publicado por John William Cooke. Las páginas que acogieron ese trabajo son las de un periódico, tamaño sábana, que tenía un título no menor al de sus dimensiones: Martín Fierro. En el centenario de José Hernandez. El periódico de pocas páginas, durante sus 19 números, se abocó a la recopilación de datos, referencias, imágenes y anécdotas sobre ese escritor y su obra. Son muy escasas las menciones a esta publicación. De las pocas, las menos le adjudican una pertenencia a la propia Universidad. Las restantes, al grupo Martín Fierro de La Plata. Sería más apropiado cargarle las tintas al tesón de un profesor de ese colegio, que conocía cada verso del poema nacional como pocos y que llegó a sostener –en debate con los puristas de la lengua– que “nada hay en todo el ejercicio del castellano, del ‘siglo de oro’ acá, que alcance la expresividad, el lirismo, el dramatismo, la epopeya, la hermosura de Martín Fierro”. Estamos hablando del escritor José Gabriel. Español de origen y argentino de práctica, radicado desde pequeño en este país. Gabriel era también periodista del diario Crítica, cultivaba la parte cultural y las crónicas de fútbol. El diario de Botana hizo su aporte con la tipografía para la aparición de Martín Fierro. En el centenario de José Hernández, que contó con un financiamiento cambiante número a número. Entre ellos el de Raúl Oyhanarte, Ricardo Levene, el mencionado Calcagno, Alejandro Korn, Enrique Larreta, o instituciones como la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia o los Talleres Rosso. Un recuadro aparecido en el sexto número explicaba que concluía la publicación de los trabajos de los estudiantes de 4to año, del curso de Literatura. Como el que comenzaba así: “La filosofía de Martín Fierro, demás está decirlo, es una filosofía de la experiencia. Casi podría decirse que todas las palabras, todos los actos del personaje en el curso del poema responden a una filosofía, esto es, a una concepción total de la vida; y a una concepción, desde luego, congruente: todos los hombres sustanciales poseen una organización mental férrea”. El artículo era breve. Buscaba “señalar algunos indicios cardinales de la doctrina martinfierresca”. Y marcar las diferencias entre la primera y la segunda parte del poema: la actitud social del protagonista, más rebelde y activa en la primera; y más resignada y razonada en la segunda. “Pierde en esplendidez épica” lo que “gana en serenidad filosófica”. Repasaba la payada con el Moreno y los consejos a los hijos, de ahí a las conclusiones. Este breve escrito que se titula “El filósofo” concluía con una firma que aglutinaba varios nombres. Los dos primeros en mayúsculas, en el nombre y apellido. Los demás no. El primero de la lista era John W. Cooke.
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POEMAS

Sacar la lengua, por Fernando Bogado



De la noche a la mañana voy
sacando lengua a las más mudas equis.

César Vallejo, “LXXVI”, en Trilce

OBJETIVIDAD / OBJETO

Una de las discusiones que recoge Jorge Panesi en un artículo sobre Néstor Perlongher en su último libro, La seducción de los relatos, se refiere al problema de la escritura crítica cuando se enfrenta al poema. Y digo bien “se enfrenta” porque la crítica tiene siempre ese tono pugilístico que ayuda a pensar que la oposición es también una forma de acceder al conocimiento (sino la única que, más o menos, vale la pena). Esa discusión es con Martín Kohan, y la idea rectora, la que articula las posiciones, es el problema de la relativa cercanía o distancia que un crítico tiene, en su prosa crítica, con respecto al poema, o a la obra poética, a analizar. Kohan plantea que el deber del crítico –para ponerlo en términos de una deontología que toma a la desobediencia, muchas veces, como parte de esa obligación profesional- es separarse de la lengua del poema, no dejarse contagiar por las formulaciones de los versos, por el estilo: ofrecer una distancia prudente. Panesi retoma la idea para plantear que, también, es posible pensar que la crítica de poesía no es para nada inmune a este contagio: la lengua del poeta, la lengua que el poeta instala con su obra, el cambio o temblor que propone a un determinado estado de la lengua en un determinado momento de la historia, es en realidad el núcleo duro de ese momento crítico. La lengua del poeta cambia la lengua, y no se puede escribir crítica de poesía más allá de esa lengua impuesta por la obra a analizar. Casi parecería que la escritura de crítica de poesía es, desde la perspectiva de Panesi, al menos, una forma de continuar el poema por otros medios. Otro modo de contagiarse, de sumergirse, de mezclarse. No hay separación posible, mostrando que, también, en algún punto, la crítica de poesía es el sueño de la crítica realizado: la posibilidad de pensar que no hay un corte nítido entre obra literaria y obra crítica, y que una y la otra son continuaciones, mejor, contorsiones del mismo discurso.
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NOTICIAS DE AYER

De secretarías y ministerios, por Alcides Rodríguez.


A finales de los años veinte del siglo pasado el doctor Ramón Carillo, graduado con honores, ganó una beca para especializarse en neurocirugía y neurociencias en Holanda, Francia y Alemania. A su vuelta formó equipos de investigación científica, creó novedosas técnicas de diagnóstico neurológico y propuso nuevas formas de clasificar las enfermedades mentales. En 1939, a los treinta y tres años, fue nombrado jefe del servicio de neurocirugía del Hospital Militar, y tres años más tarde ganaba por concurso la titularidad de la cátedra de neurocirugía de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Allí formó un grupo de discípulos entre los que se contaron futuros especialistas como Raúl Matera y Juan Carlos Christensen. Al mismo tiempo, en los bares de Buenos Aires, Carrillo conoció al poeta Homero Manzi y se vinculó a los hermanos Armando y Enrique Santos Discépolo. Con ellos se acercó a FORJA, una agrupación política radical que enarbolaba un ideario popular, nacionalista y anticolonialista. En 1944 conoció a Juan D. Perón en el Hospital Militar. A partir de ese momento Carrillo dejó de ser un brillante académico de carrera para comenzar a ser Carrillo.
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ESCRITORES EN SITUACIÓN

Sobre La clase peligrosa. Retratos de la Argentina oculta, de Juan Grabois, por Pablo Luzuriaga


El libro de Grabois editado por Planeta, La clase peligrosa, recibió un comentario en el diario La Nación. Llama la atención el lugar, en la edición online aparece bajo una nota que enaltece a la ministra de seguridad Patricia Bullrich, sobre una respuesta que ella le da a la diputada nacional Mónica Macha, en la que incluye el término "machirulo", una nota que no pareciera tener nada que ver con el libro de Grabois. Una sección de notas políticas, al paso. Los comentarios de los lectores también juzgan el libro de Grabois. ¿Qué más decir sobre ese espacio de La Nación, después de lo hecho por el artista y sociólogo, Roberto Jacoby? En el caso del libro de Grabois, se puede agregar que quizás sea índice de un acierto en el título. ¿Cuál es la clase peligrosa? Un tal "BorgesAlvares" que habla desde la memoria opaca del televisor dice que se trata de la operación de La Nación online, en donde meten temas como: "FEMINISTAS, ABORTISTAS, PAÑUERULAS VERDES, FARÁNDULA, GAYS, LESBIANAS, TROTSKOS, PROGRES, demás EXCREMENTOS DE LA SOCIEDAD". En el intercambio, los comentaristas previos ya venían azorados por el hecho mismo de que el libro tuviera un lugar en el diario, de que ese personaje horrendo que es Grabois para los comentaristas de La Nación tuviera un lugar allí; y "BorgesAlvares" se envalentona. Como indica el autor al final del libro, los que escriben sus comentarios al pie de las notas de La Nación no son la clase peligrosa, tampoco desde la cual habla quien narra las historias del libro, sino la clase que mantiene las condiciones de inequidad en el mundo que vivimos a diario y que se ve especialmente representada por el diario. El título del libro es ambiguo porque promete descubrir algo detrás de lo que asusta. Testimonio fiel de la vida de aquellos que más sufren y que son vistos como un peligro; los "misterios" de una Buenos Aires desquiciada durante el capitalismo en su fase actual; Retratos de la argentina oculta, el subtítulo tampoco aclara, podría ser la argentina oculta donde los poderosos hacen sus negocios o la argentina oculta de los más pobres entre los pobres. Sea cual fuere la opción que anule la ambigüedad, lo que está claro es que el libro apunta a lectores que no pertenecen ni a una ni a otra clase.
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ADELANTOS

"Con mujeres", por Julián Fernández Mouján


El próximo 1º de diciembre, en el espacio Buen Plan y junto a José María Brindisi, Julián Fernández Mouján, quien hasta hoy venía abriéndose camino en las letras con sutiles comentarios sobre música y cine, presentará su primer libro de cuentos: Tal vez mejor no, editado por Modesto Rimba. Escritores del Mundo tiene el agrado de publicar un adelanto del libro: el cuento "Con mujeres", acerca de una cita en la que el narrador no sabe bien cómo acomodarse siendo el único soltero. Para más información sobre la presentación,  pueden visitar el sitio de la editorial Modesto Rimba.  


Con mujeres

No podía mirar más la computadora. Era sábado, se acercaba la noche y seguía sin plan. Vibró el celular. Agustín proponía en el grupo hacer un asado. “Con mujeres”, escribió. Estaba en lo de su novia nueva, Violeta. Su edificio tiene sum con parrilla. No me resultaba tentador, pero no tenía nada mejor que hacer. Fui el primero en contestar.

voy

Conté rápido: 3 x 2 + 1 = 7. Ya no había vuelta atrás. Arreglé con Rodrigo para que me pasaran a buscar con Marina. Ocho y media puntual llegaron con el Twingo azul de ella, manejado por él. Hace dos años que están juntos. En ese lapso Rodrigo se había calmado bastante. Antes era casi un vampiro, un salidor a prueba de balas. Se tomaba un lago de cerveza por noche y volvía a su casa como si nada. Íbamos a tres fiestas y después desayunábamos pizza, que se derretía con el primer sol de la mañana. Los datos de reuniones, fiestas o eventos circulaban fácil por nuestros teléfonos. Vestidos casi completamente de negro nos colábamos en cumpleaños ajenos, y sin ninguna vergüenza enfilábamos derecho hacia la cocina buscando alcohol. En su laburo conoció a Marina, que también venía de una larga soltería, y al poco tiempo se mudó a su casa. Ya casi no nos vemos los sábados.
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 agosto/18

Escriben este mes: Ferrari Kohan // Korn // Lescano /
Luzuriaga // Margarit // A. Rodríguez /
/ Setton // Thompson // Vitagliano 
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PIES DE IMAGEN

Desvestidas de vos, por Lucía Thompson


Extraña como abrigo ajeno. Así puede ser a veces la piel, como la de la muñeca que Kokoschka se mandó a fabricar cuando dejó el hospital convertido en veterano de guerra. Una piel de tapado: piel que esconde. Aún después de unos años Kokoschka seguía siendo el abandonado de Alma Mahler; esa era la verdadera herida que el artista quiso tapar alistándose como voluntario en la Primera Guerra. Sin embargo, en las trincheras el amor siguió abierto, y en el hospital se cerraron todas las posibilidades de curación. Los médicos lo dejaron regresar a las calles de autos lentos que parecían bólidos y en la que sólo los desquiciados podían imaginar una nueva guerra. Kokoschka se mandó hacer una muñeca con las medidas de Alma Mahler. Una muñeca con la piel de un peluche. Alma era ella y Kokoschka el enamorado de una mujer monstruo, una mujer muñeco, un amor que no podía dejar de espantar a cualquiera pero que a él no dejaba de atraerlo.
     Cómodo resulta pensar que fabricaron mal la muñeca. Que Kokoschka prefería otra piel para ella. Pero seguramente no fue así. Kokoschka quiso acariciar el espanto de ese amor que no pudo dejar atrás ni aún con la Gran Guerra. Vestía a su muñeca y se recostaba a su lado. Elegía la mejor lencería y se desvestía como un muñeco ante sus ojos de volcán.
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APUNTES

Presentación de El pasado inasequible compilado por Jordana Blejmar, Silvana Mandolessi y Mariana Eva Perez, por Martín Kohan


El jueves 4 de julio, en el nuevo espacio de la librería central de Eudeba, fue presentado El pasado inasequible. Desaparecidos, hijos y combatientes en el arte y la literatura del nuevo milenio, compilado por Jordana Blejmar, María Eva Perez y Silvana Mandolessi. Esa tarde, Martín Kohan dijo estas palabras que hoy publicamos en Escritores del Mundo, y que anticipan al lector puntos de partida del libro. En Eudeba hablaron, también a propósito de El pasado inasequible, junto a Martín Kohan, Javier Trímboli y Ernesto Semán.

En un libro de entrevistas a escritores argentinos contemporáneos (nada escaso, debo decir, en rencor y resentimientos), di con un pronunciamiento que en cierto modo me desconcertó: hay uno que expresa allí su recelo hacia la literatura cuyo tema sea la dictadura militar. Mi desconcierto se debió, no a una razón ideológica (sabemos qué clase de tiempos corren), sino estética: me pareció raro que, tratándose de un escritor (mea culpa, prejuicio propio: ¿qué puede significar, hoy en día, que alguien sea o se diga escritor? Nada, nada de nada), me pareció raro que, dedicándose a la literatura, pueda referirse a la dictadura militar como un “tema”; cuando lo cierto es que, desde hace tiempo, o desde siempre, lo que la dictadura militar le plantea a la literatura, y al arte en general, es antes que nada la necesidad de una forma, es decir, una búsqueda de formas (¿no habrá hablado aquel escritor de “tema” en el sentido de Boris Tomashevski. Me temo que no, puedo darlo por seguro. ¿Tiene sentido hablar así, de tema y de formas, a esta altura de los acontecimientos? Personalmente, pienso que sí).
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POEMAS

PARADJANOV, la voz lírica del cine, por Yaki Setton


En julio de este año fue publicado por Leviatán, Los caballos de Paradjanov, de Denis Donikian. Yaki Settón fue uno de los presentadores del libro, junto a Lala Toutonian y Ana Arzoumanian,  en la Universidad del Cine. Para esa ocasión, Yaki Setton escribió estos poemas que hoy publicamos en Escritores del Mundo. 


1.
cómo se cuenta una tragedia
cómo
cómo se hace poesía y cine
de una tragedia
de cine sin separar de la vida
como si la poesía fuera imagen
como si el cine fuera imagen
o cuadros en movimiento
o retablos en arenas movedizas
¿cómo se hace cine una tragedia?
sí, aquí me pregunto.
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NOTICIAS DE AYER

Sobre profilácticos y edades oscuras, por Alcides Rodríguez


“Y Albino vino con su discurso medieval” reza el título del artículo con el que el diario Página/12 informaba en su edición del 25 de julio sobre de los dichos del pediatra Abel Albino en el parlamento argentino, en el marco de la discusión en torno a la ley de la legalización del aborto. Según Albino la mujer que aborta “no está en su sano juicio” y los jóvenes deben ser educados “para el amor, no para el sexo animal”, pues el hombre se realiza cuando “el sexo es asumido por el amor”. Desde su punto de vista el único método anticonceptivo aceptable es la abstinencia sexual; por ello ataca el uso de profilácticos recurriendo a un argumento falaz y sumamente peligroso: la mujer, dice Albino, “tiene que entender que el profiláctico no la protege de nada (porque) el virus del sida atraviesa la porcelana”.
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MAPAS COMPARTIDOS

La hormiga atómica, por Mariano Lescano


aterialismo

"Existe un vínculo entre radicalismo y materialismo en parte del pensamiento de izquierdas de la guerra civil inglesa, como también existe en la obra de Baruch Spinoza y en los philosophes de la Ilustración francesa. Se trata de un legado que llega hasta Marx y Engels, y que germina, en nuestra época, en los trabajos de teóricos tan disidentes como Gilles Deleuze, (Darwin, Nietzsche y Freud también son materialistas radicales, pero no pensadores de la extrema izquierda.) Aunque el término "materialismo" se acuñó en el siglo XVIII, la doctrina, en sí misma, es antigua, y uno de sus primeros exponentes, el filósofo griego Epicuro, fue el tema de la tesis doctoral de Marx. Este admiraba la pasión de Epicuro por la justicia y la libertad, su aversión a la acumulación de riquezas, su actitud ilustrada en relación con las mujeres y la seriedad, todo lo cual consideraba en concordancia con su visión filosófica. Para Epicuro, como la Ilustración, el materialismo significaba, entre otras cosas, liberarse de sacerdocios y supersticiones." (Terry Eagleton, Materialismo, Barcelona: Península, 2017, pp. 16-17)
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PIES DE IMAGEN

El Tóffolo, por Guillermo Korn


Comeríamos la mesa, si nos lo ordenasen las Escrituras.
Todo se come, todo se comunica,
todo, en el corazón, es cena.

“Hotel Tóffolo”, Carlos Drummond de Andrade

Al mediodía nunca encontramos abierto ese lugar. Abre, apenas, unas horas a la noche. Hay una señora mayor como encargada de la barra. Parece estar leyendo, aunque en su mano izquierda tiene un bolígrafo. Quizás redacte una carta, o complete palabras cruzadas. A un par de metros, en una mesa un hombre chequea papeles. Corrobora datos o los transcribe en una computadora medio baqueteada.
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